Se dice, muchas veces, que en todo camino el segundo escalón suele ser más importante de subir que el primero. ¿Y por qué es esto así? Pues bien, porque el primer escalón pudo haberse subido por error, mientras que el segundo es en gran medida el que determina un compromiso con el rumbo que se elije. Y en este sentido, algo similar cabe decir al respecto de la segunda cita romántica; un momento en el que se consolida lo conquistado en la primera, a la par que se profundiza el compromiso afectivo. En vistas de esto, y de acuerdo a la importancia de lograr consolidar una estrategia de seducción efectiva, presentamos las siguientes sugerencias al respecto de qué hacer en la segunda cita, todo partiendo de un análisis de las características fundamentales de dicho encuentro íntimo.
En primera instancia, considerada la segunda cita en sus aspectos generales, podrían considerarse dos cuestiones de interés capital: Lo primero, queda en estricta relación con la comunicación hablada, y refiere la posibilidad de ahondar en aquellos tópicos que en el primer encuentro pudieron quedar simplemente esbozados. Lo segundo, referido al contacto físico, es la importancia de llevar la intimidad corporal a un nuevo nivel de intimidad; un encuentro en el que ambos puedan sentir el fuego del otro, alimentando con él el fuego propio.
Y de esta manera, considerando -en orden- lo que decíamos primero, hay que señalar la importancia de profundizar en la charla todos aquellos temas que quedaron someramente expresados en la primera cita. Esto no quiere decir, desde luego, que uno debe transformarse en una suerte de detective y empezar a hacer preguntas. ¡Nada más lejos de la verdad que eso! Por el contrario, se trata de ser capaz, uno mismo, de soltar la boca y darse a conocer mejor, no tanto en las cosas difíciles (tristes historias personales o anécdotas sufrientes) sino en las opiniones a partir de las cuales se forma el propio carácter. Es decir: Comunicarle a la persona con quien salimos cuál es nuestra forma de concebir ciertas realidades o, si se quiere, también, cuál es nuestra filosofía de vida.
La experiencia demuestra que en la medida que alguna de las partes de la pareja se permita -en las primeras instancias del mutuo conocimiento- abrir sus ideas sin miedos, la otra parte tenderá a seguirla en dicha apertura, queriendo comunicar también sus propios puntos de vista. Y vemos, así, que se forma un verdadero espacio de vínculo comunicacional, en el que cada quien va desarrollando sus propias ideas de modo tal que, con ellas, se logre expresar la forma particular que se tiene de entender determinadas realidades. Porque las primeras citas no han de ser concebidas como momentos consagrados exclusivamente a la intimidad física; en este sentido, es sumamente importante y vital que pueda haber un fluido intercambio de opiniones, de pensamientos; algo bastante teórico, si se quiere, pero una "teoría" viva, que ponga de manifestó quién es quién.
Dar un paso más
Luego, en segundo lugar, cabe señalar la importancia de profundizar la intimidad física lograda en el primer encuentro romántico. Pero en este sentido verás, lector, que no nos alejamos tanto de lo dicho en el párrafo de arriba al respecto de la comunicación hablada. ¿Y por qué?, te preguntarás seguramente. Pues bien, porque nada hay que encienda el fuego de la pasión tanto como la capacidad de tener una buena charla, un hombre y una mujer, a solas, en un encuentro privado. Así, en la medida que el otro nos resulte interesante en la conversación, ocurrirá que nuestro deseo de acercamiento corporal crecerá de manera natural, llevando sin ningún tipo de esfuerzo a concretar el encuentro corporal de manera certera.
Por eso, visto y considerando todo lo dicho hasta aquí, se hace absolutamente fundamental tener presentes cuáles fueron los temas que charlaron en la primera cita, cuestión de poder ahora, en la segunda, empezar desde ahí. Y no estará mal empezar con una pregunta. Si notas que el prójimo se abre y se muestra deseoso de contarte, pues bien, limítate a escuchar con atención. Pero eso sí -de acuerdo a lo que te decíamos arriba-, no te trasformes en un detective e, incluso por el contrario, relaciona los que te cuentan con algo que tú mismo consideres al respecto y date a hablar sin miedos, porque en la medida que fluyan las palabras (palabras que deben estar llenas de un verdadero compromiso con lo que se dice) fluirá también el amor, ya que el amor -una de las tantas formas de verlo- es comunicación. Esto no quiere decir, desde luego, que no haya momentos en los que sea mejor entregarse al silencio, o a las caricias, o a los besos, o a otras coas aún más íntimas; lo que sí quiere decir es que ha llegado el momento de hablar con libertad y de mostrarse cada quien como es, sin miedo y con profundos deseos de conquistar al otro.