La idea de las líneas que siguen es develar algunos secretos que te ayuden, lector, a ser capaz de dar buenas sorpresas románticas. En este sentido, y de acuerdo a nuestra manera de encarar los tópicos, no extenderemos a continuación un listado de sugerencias sino que, de manera distinta, abordaremos un análisis del tema que te permita a ti mismo, luego, sobre la base de lo que aquí se expone, darle rienda suelta a tu imaginación para que, así, sepas reconocer la sorpresa más apropiada para tu caso; aquella que surja de tus genuinos deseos antes que de un señalamiento directo de nuestra parte.
En este sentido, siempre es importante recordar lo obvio, o sea: que una sorpresa es algo que se da a alguien siendo que, ese otro "alguien", no espera recibirlo. Por lo tanto, si estás preparando una sorpresa, será fundamental que contengas cualquier tipo de ansiedad que puedas sentir al respecto, con el fin de evitar que te traiciones el inconsciente y termines dando pistas que le permitan, al agasajado, saber, o deducir, que lo está esperando una sorpresa. Y ponemos mucho énfasis en esto que decimos, siendo que no pocas veces la ansiedad arruina momento que, habiéndose planeado con mucha antelación, no saben hacerse de paciencia al momento de ser concretados.
Así mismo, cabe destacar que las sorpresas románticas han de ser, en este caso, específicamente, pensadas en relación los gustos e intereses particulares del agasajado. Ten en cuenta que puede tratarse, o bien de un objeto que tú sepas agradará especialmente a la otra persona, o bien, mucho mejor, cualquier otra cosa que ayude a intensificar la relación que tú misma tiene con ella. Porque si hablamos de romanticismo nos referimos, indefectiblemente, a una relación de a dos y, en este sentido, hacer una sorpresa romántica es entonces, también, considerar el presente de algo que te ayudará, también a ti, a estrechar el vínculo amoroso.
De esta forma, por ejemplo, una buena idea de sorpresa romántica será… un viaje. ¿Y por qué? Porque un viaje es la oportunidad de conocerse mejor, en contextos y tiempos distintos de los comunes en los que, por otro lado, se conformó la relación romántica. Otra idea posible -que solo señalamos para mostrar la esencia del tema y no, de ninguna manera, a modo de sugerencia- será presentar algún objeto que, cuando la persona agasajada lo vea, le recuerde inmediatamente a ti. Porque el tipo de sorpresa que aquí estamos considerando ha de ser -y esto es lo fundamental- algo, no importa qué, que quede fuertemente grabado en la memoria de las partes involucradas en el vínculo sentimental; algo que venza al tiempo y que, después de muchos años, pueda seguir siendo recordado.
La sorpresa ideal
De hecho, fíjate que la palabra "presente", que muchas veces utilizamos como sinónimo de la palabra "regalo", habla de algo que siempre, aunque pase el tiempo, ha de atesorarse como si hubiera sido entregado recién. Algo tan importante que permanece grabado en la memoria de forma tal que, aunque corran los años, el recuerdo resulte indeleble. Y así, visto y considerando esto, verás que cuanto más resistente al tiempo sea una sorpresa romántica, mejor cumplirá con su propósito de unir a la pareja en el eterno recuerdo del amor.
Por lo demás, lector, es importante poner de manifiesto que el tipo de sorpresa que aquí nos ocupa nunca debe de buscarse con el mismo espíritu que se hace, por ejemplo, un regalo de cumpleaños. Esto no quiere decir, desde luego, que un regalo de cumpleaños -o cualquier otro regalo formal- no pueda terminar siendo la oportunidad de concretar una sorpresa romántica, si bien, en líneas generales, nosotros somos partidarios de separar una cosa de la otra. Porque verás que, en el caso de un cumpleaños -que es el ejemplo que hemos tomado- el regalo que se presenta rara vez es una sorpresa, ya que es un ceremonial socialmente reconocido el hecho de regalar algo a quien conmemora su nacimiento, de modo que, siendo que el cumpleañero espera que se le regale algo, no podemos hablar, en este caso, estrictamente, de una sorpresa.
Por eso, lector, visto y considerando lo que hemos dicho arriba, procura que aquello que estés planeando pueda encontrarse con la persona que quieres agasajar en un momento tal que ella no esté preparada, ni siquiera desde la sospecha, al respecto del regalo que recibirá. En este sentido será buena idea, por ejemplo, cambiar tus horarios de rutina, cosa de que la sorpresa tenga lugar en un momento del día diferente al de los cronogramas habituales. Así, se nos ocurre, si un joven quiere darle un anillo a su novia, y siempre ocurre que él está trabajando a la hora que ella sale de la facultad, no será una mala idea que el muchacho pueda faltar ese día -que es un día cualquiera- a la oficina para que, cuando la chica salga de estudiar, se encuentre con una doble sorpresa: Primero, su novio, que la espera cuando ella no lo esperaba y, segundo, el anillo.