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Son tiempos en los que pareciera que todo rastro de cortesía ha desparecido de los modos masculinos. Son épocas en las que las formas de acercarse a las mujeres están llenas, las más de las veces, de actitudes llenas de dudas y, por lo tanto, de modos de procedes carentes de una mayor sensibilidad... Verás lector, o lectora, que en tiempos como éstos, todavía quedan caballeros. Eso no quiere decir que estos "caballeros" actuales se amolden exactamente a los patrones de los caballeros clásicos, románticos y poetas que vivieron en el siglo pasado, ni menos aún de los caballeros de espada y armadura, capaces de batirse en duelos mortales para defender el honor su dama. Lejos de todo esto, el caballero de nuestros días es un hombre sensible, aventurero y, aunque rebelde, sumamente correcto es sus formas y modales.
Porque si decimos que los tiempos han cambiado para lo malo, no menos cierto resulta –a nuestro entender- que los tiempos han sabido cambiar, también, para lo bueno. De este modo, el caballero de nuestros días no es alguien que tenga que evidenciar su superioridad ante otros hombres, demostrando que tiene más dinero o, aún peor, que es más violento que todos los demás. Incluso por el contrario, podrá distinguirse a un caballero de ésta época por la calidad de sus amistades y por la forma en que se relaciona, no solo con el sexo opuesto sino -y esto será un punto clave- con los propios hombres. Así, será de dudar la caballerosidad de una persona que no mantiene vínculos de amistad cordiales y cariñosos, siendo capaz, incluso –y dejando atrás todo temor a los comentarios- de expresar verdadero amor por sus amigos. Porque la amistad es siempre un patrón de referencia al respecto de cómo se conducen las restantes relaciones y, así, por ejemplo, alguien que habla mal de otro que no está presente no puede ser considerado, estrictamente hablando, un caballero.
Pero además de la ya mencionada capacidad de llevar las relaciones de amistad de forma cariñosa, vale mencionar que el caballero de nuestros días se caracteriza por ser una persona con profundos ánimos de aventura. Bajo la palabra "aventura" no nos referimos, desde luego, a distintas empresas alocadas, que ponen en riesgo la propia integridad física o psíquica, sino a verdaderas propuestas de crecimiento personal, ya sean éstas del tipo económico y/o familiar. De esta forma, el caballero en cuestión no es una persona conformista, que esté dispuesta a dejarse arrastrar por las comodidades de una rutina ociosa. De manera muy distinta –y esta es la esencia de la palabra "aventurero"- se trata de alguien genuinamente emprendedor que busca, en todo momento, un avance.
Eso no quiere decir -por la inversa- que alguien emprendedor sea, solo por ello, un caballero. En realidad, el caballero es aquél que, mediante su propio crecimiento, busca no solo el beneficio de sí mismo sino -y esto es el corazón de nuestro tema- el de todas las personas con las que comparte su vida. Es decir: Se trata de una persona genuinamente generosa, interesada en el bienestar de los demás siendo que -él lo entiende perfectamente- su propia felicidad está en gran medida limitada por la felicidad de aquellos con quienes, en la experiencia de vivir el día a día, se rodea. |
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Sus cualidades
A la par, cabe destacar como una cualidad del caballero de nuestros días una sincera capacidad de disculpar y disculparse. Esto es: Cuando el hombre en cuestión se ve ofendido por el proceder de otra persona tiene, siempre, la conciencia necesaria para entender que, en ese sentirse ofendido, él -siendo el ofendido- tiene una responsabilidad en su propio sentir. Porque "si yo me siento ofendido, ¿cómo no voy a tener yo alguna responsabilidad en éste, mí propio sentir?, piensa el caballero, y desde esta responsabilidad gana la integridad necesaria para disculpar a ese otro que -sin lugar a dudas- será también responsable.
Y de manera inversa, cuando el caballero se equivoca con alguien tiene él, siempre, la capacidad de disculparse. Pero, eso sí: no hablamos aquí de unas disculpas faltas de todo compromiso y análisis. Es decir: el hombre en cuestión no "tira sus disculpas al viento" sino que, por el contrario, cuando se disculpa lo hace apreciando su propia responsabilidad en el asunto y con la firme intención de corregir aquello en lo que se ha equivocado.
Por lo demás, cabe poner de manifiesto, y aún enfatizarlo, que la verdadera caballerosidad puede apreciarse, antes que nada, en el lenguaje del hombre en cuestión. Así, la forma en la que un hombre habla de sí mismo, de las mujeres y -nunca menos- de otros hombres, deja en claro quién es. De este modo, debe descartarse, lisa y llanamente, la caballerosidad en una persona en la que frecuentemente escuchamos "malas palabras" o frases groseras, burdas, llenas de violencia para con el prójimo. |
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