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¿Cómo no dejar de ser uno mismo viviendo en pareja?

 

Lo mismo y el cambio, se contradicen. La batalla que de esa contradicción surge la gana siempre, de un modo o de otro, más temprano o más tarde… el cambio.

La experiencia de la convivencia en pareja resulta ser el punto más alto del compromiso amoroso en el contexto de la concepción occidental de las relaciones románticas. Una pareja que convive constituye, así, la dinámica fundamental sobre la que poder articular una familia. Por ello, las líneas que siguen están específicamente destinadas a echar luces sobre este tema de carácter tan fundamental, tan medular en la experiencia de vida de aquellos que deciden asumir los patrones característicos de la familia occidental.

descubra como no dejar de ser uno mismo viviendo en parejaY verás, lector, que la pregunta que nos motiva encontrará aquí una respuesta, sí, aunque quizás no aquella que se espera. Porque no dedicaremos el presente artículo a exponer consejos para que alguien, que está conviviendo con su pareja, logre preservar su identidad de lo que podría llegar a verse como "una contaminación producida por el otro". Y no caben dudas de que esta sería una forma de verlo, ¿verdad? La idea de: aquí estoy yo, allí esta mi pareja, vivimos juntos y ocurre que yo, de algún modo, me veo como atemorizado ante la posibilidad de perderme a mí mismo en el otro. Es decir: el otro -que en este caso, además, resulta ser mi pareja- visto como alguien de quien hay que tener cuidado; no vaya a ser que por mucho estar con ese otro termine yo por dejar de ser como soy.

Pero dinos, lector: ¿Quién se va a vivir en pareja para seguir siendo como es? O sea: ¿Quién acepta la convivencia en el amor romántico para quedarse igual que como estaba antes de ella? ¿No se supone, al fin y al cabo, que asumir el compromiso de la convivencia implica, en gran medida, un deseo de cambio? ¿Y si se quiere cambiar, por qué tener que preservarse, es decir: porque tener que hacer algo para seguir siendo "uno mismo"? Y suponemos ya podrás ver aquí la contradicción, porque si "uno mismo" decide vivir en pareja es precisamente para que "uno mismo" cambie -en su relación cotidiana con el otro- y por lo tanto deje de ser "uno mismo".

Se pone de manifiesto, así, la esencia fundamental; el corazón, si se quiere, de nuestro tema: Quien se va a vivir en pareja no quiere seguir siendo "uno mismo". Porque, además, para seguir siendo "uno mismo", ¿no hubiera sido más sencillo seguir viviendo solo, o con los padres? Así, quien se ha ido a convivir con su novio, o con su novia, lo ha hecho con la clara intención de entrar en una relación amorosa cotidiana con un "otro" que -precisamente por ser otro- no hará más que imposibilitar que uno siga siendo "uno mismo" (nótese la oposición entre las palabras "uno" y "otro"; es obvio que si hay "otro" hablamos de dos y, por lo tanto, deja de haber "uno").

De aquí que la convivencia en pareja resulte ser tan compleja y llena de desafíos muchas veces dificilísimos. Porque ocurre que ese "uno mismo" se resiste a cambiar por amor al otro que, de repente, ha dejado de ser nuestra pareja para transformarse en una suerte de… exigencia permanente. "Yo, que estaba tan feliz siendo como era", se queja el ego, "¿para qué me vine a meter en esto de la convivencia si al final no se trata de otra cosa más que de dejar de ser yo quien era? Y sí, es verdad: vivir en pareja tiene mucho de dejar. ¿Y dejar qué? Pues claro: dejar de ser "uno mismo".

 
 
 

Grandes cambios

Así verás, lector, que en realidad el análisis de este tema nos trae a la consideración -que aquí meramente señalaremos- del gran tema filosófico del cambio. Y la pregunta es: ¿se puede cambiar? Y la respuesta es: sí, se puede. Y entonces la nueva pregunta es: ¿se puede cambiar y seguir siendo "uno mismo"? Y entonces la nueva respuesta es: no, no se puede. ¿Y por qué no se puede? Porque cambiar conlleva transformarse en otro y, por lo tanto, despedirse ya, para siempre, del "uno mismo".

como no dejar de ser uno mismo viviendo en pareja mucho tiempoPor supuesto que lo dicho hasta aquí no niega una historia. ¡Incluso por el contrario!, si hay historia es precisamente porque hay algo que se transforma. Historia es la transformación de "uno" en "otro". Y en este sentido, no caben dudas de que irse a vivir en pareja constituye uno de los saltos más importantes en la historia de esta transformación. Porque la convivencia es cambio permanente y, en ella, si todo va bien, nada se estanca, todo avanza y avanza, aunque el "uno mismo" se asuste y se pregunte ¿cómo hago para no cambiar? Pero la pregunta está llena de temores. Es la pregunta de una parte humana, demasiado humana, a la que le aterra afrontar la realidad inapelable del cambio. Ya no somos los jóvenes adolescentes que podían hacer lo que querían. "Uno mismo" está en problemas. ¿Y sabes tú, lector, cómo se llama el problema más grande que tiene "uno mismo"? El problema de "uno mismo" se llama amor… amor por otro.