En lo que sigue es nuestra intención esclarecer aquello que caracteriza, fundamentalmente, a una circunstancia. Es decir: un momento determinado en el que una persona, de por sí tímida, debe tomar la decisión, o bien de acercarse por primera vez al otro -una mujer o un hombre- de sus deseos, o bien de avanzar en la expresión de algún sentimiento o propuesta al interior de una relación de pareja ya establecida. Con esto queremos señalar aquello que constituye, así, un problema de timidez amorosa; problema que pudiera conllevar, en el peor de los casos, una parálisis que impida a la persona el concretar la acción deseada.
En primer lugar, se hace fundamental distinguir que hablar de timidez amorosa no es exactamente lo mismo que hablar de timidez general. Esto se debe al hecho, bastante sencillo de descubrir, por otro lado, de que mientras la timidez amorosa se encuentra presente en casi todos los individuos, de manera que -si se nos permite- podríamos llamar "normal", la timidez general corresponde, precisamente, a una acentuación de esa timidez normal. De este modo, lector, verás que el tópico que nos ocupa en el análisis no corresponde a una patología o situación extrema, sino, de manera distinta, a una resistencia propia de los temores más comunes que habitan en el corazón del ser humano.
Pero, siendo oportuno puntualizar un poco mejor el tema, cabe preguntar: ¿Qué es lo que se entiende, exactamente, por el término "timidez amorosa", más allá del hecho -ya mencionado- de ser considerada como algo "normal"? Y verás lector, que la respuesta a este interrogante requiere acercarnos un poco a una de las fuerzas más importantes de la emotividad humana, es decir: el deseo. En este sentido, decimos que: La timidez amorosa es una respuesta emocional, natural, de defensa, que se activa cuando una persona está dispuesta a revelar sus sentimientos más íntimos y, con ellos, su deseo esencial. Y así, lector, son estas dos palabras: "deseo", primero, y "defensa", segundo, las que nos permitirán entender de manera cabal la trama fundamental del tema que analizamos. Porque la experiencia demuestra que -salvo en los casos de personas con un nivel de desarrollo espiritual muy alto- toda persona que se dispone a liberar su sentir, queda, a la par, alcanzada por un mecanismo de defensa inconsciente que dificulta dicha liberación. Por lo específico, dicho sistema de defensa se activa independientemente de la voluntad de la persona (de ahí su carácter de inconsciente) perjudicándola, sobre todo, en lo que respecta a sus relaciones amorosas (en este caso íntimas).
Los agentes del mencionado sistema de defensa son… los temores. Es decir: pensamientos no llamados, que invaden la conciencia del individuo saturándola con planteos que tienden a generar la duda. Por lo demás, es precisamente esa duda la que, a la postre, puede llagar a generar la parálisis, impidiendo que la persona pueda expresar lo que quiere.
El papel de la duda
Pero, cuando hablamos de duda, ¿a qué nos estamos refiriendo? Y verás, lector, que hablamos, al fin y al cabo, del miedo a terminar sufriendo. Se trata, así, del miedo a que aquello que resulta deseado termine siendo frustrado por la negativa del otro o, también, por alguna dificultad que se haga presente en el mundo, más allá del acuerdo existente entre las partes. De esta forma, por ejemplo, sufrirá de una inevitable timidez amorosa aquél joven que quiere invitar a salir a la chica que le gusta (porque ella le podría decir que no), o el hombre que le quiere proponer matrimonio a su pareja (porque existe la posibilidad de que después no tenga dinero para pagar la boda). Así, como verás, el tema de fondo parece ser la incertidumbre. Es decir: el no saber qué va a pasar.
Pero dinos, lector: ¿quién sí, en su vida, sabe exactamente lo que le va a pasar? Pues claro: nadie lo sabe. Y estos temores, que se levantaban desde la base de la incertidumbre, conllevan el error intrínseco de querer defender lo que no saben ("lo que va a pasar") de aquello que sí saben (lo que se desea). ¡¿Vaya una contradicción, verdad?! Y esa es, ni más ni menos, que la contradicción que caracteriza a la timidez amorosa: ¡Lo que no se sabe molestando, perjudicando, obstaculizando lo que sí… se sabe!
Porque las acciones en la vida, lector -y esto trasciende a las relaciones amorosas- no deben tomarse de acuerdo a lo que "va o no va a pasar", cosa que, por otro lado, es inviable saber, sino pensando en el deseo; el deseo de lo que sí se quiere que pase. Y cuando tus temores inconscientes quieran asustarte apelando a la incertidumbre respóndeles pasando directamente a la acción, transformando esa incertidumbre en posibilidad porque, donde hay una, hay también siempre la otra. Y eso sin contar que, al temor, la mejor manera de vencerlo es haciéndole notar que no estamos dispuestos a dejarnos paralizar por él. Porque verás que esa timidez, lector, esos temores tímidos -decimos- no son más que una especie de "traidor" en el interior del propio corazón; un "traidor" que no quiere avanzar, ni en el amor ni en la vida, porque tiene miedo de "lo que pueda pasar? …¿Quieres saber qué contestará esa chica a la que quieres invitar a salir? Solo hay una forma de averiguarlo: Ve e invítala a salir.