Las líneas que presentamos a continuación tienen por intención reflexionar sobre un tema central, que hace medularmente a la relaciones de pareja y la necesidad, la promesa o la exigencia de perdurar sin colpaso a lo largo de los años. Nos referimos con esto, ni más ni menos, que al amor initerrumpido a través del paso del tiempo. Y en este sentido nos preguntamos: ¿el verdadero amor es infinito? ¿Será hasta que la muerte nos separe? O nos ponemos más existenciales y nos preguntamos, de una u otra forma -y porque creemos que con ello damos en la clave del tópico-: ¿Es el tiempo lo que le pasa al amor o, por el contrario, es el amor lo que le pasa al tiempo?
Veamos, entonces, los abordajes propios de cada una de estas perspectivas: Si consideramos la primera de las posibilidades (que el tiempo es lo que le pasa al amor) resulta muy sencillo caer en una especie de relato cronológico que indicará una evolución de la pareja muy similar en todos los casos. Así, encontraremos en primera instancia una etapa de enamoramiento idealizado, en la que la relación amorosa se articula sobre la proyección de cada una de las partes sobre la otra. De esta forma -en este primer estadio- sentiremos que aquél hombre, o aquella mujer, de quien nos hemos enamorado, resulta parecer perfecta/o en todo sentido.
Luego, ingresando en una segunda etapa, esa idealización se verá alcanzada por una innegable verdad: la que demuestra que nuestra pareja no es lo que nosotros queremos que sea sino, de manera muy distinta, alguien con una identidad propia; una identidad llena de luces y sombras que, en gran medida, no se adapta -ni tiene por qué hacerlo- a las exigencias de nuestros gustos personales. Así, en esta etapa de des-enamoramiento, encontramos la primera dificultad que el tiempo presenta a ese amor perfecto, inicial, lleno de inocencia, que caracterizó al primer estadio (descrito en el párrafo de arriba). Y es aquí, en este "descubrir la realidad del otro" donde, en una sociedad de ánimos intolerantes, donde la gente está muy poco dispuesta a resignar sus gustos personales, la mayoría de las parejas suele separarse. Pero si el amor ha sido capaz de resistir el des-enamoramiento y el concomitante encuentro con la realidad del otro, entonces sí, podemos empezar a hablar de un verdadero amor; una relación que integra la identidad de personas que, antes que nada, se preocupan por el bienestar de la una por la otra. Entramos, así, en una tercera etapa, en la que se sientan las bases de lo que podrá llegar a ser una relación de pareja ciertamente duradera, confiable, sobre la que proyectar no ya ideas y fantasías del capricho, sino proyectos de magnitud tal como: el hogar, los hijos, la familia en general, el trabajo.
Las siguientes etapas
Y siguiendo con la… "historia", encontramos que en una cuarta etapa vuelven los problemas, aunque, claro, ya no será como el caso de aquél primer des-enamoramiento, terrible, que constituyó la caída del mundo de las ideas al mundo de la realidad. En este caso -en esta cuarta etapa-, los problemas que surgen son aquellos propios del vivir conjuntamente: la economía, la limpieza del hogar, los celos, la educación de los hijos y, en fin, todo aquello para lo que la pareja deberá trabajar "como un equipo" para ir solucionando.
Por último, solo para aquellos que han logrado pasar las distintas pruebas a su tolerancia como individuos. Es decir: aquellos que han llegado a darse cuenta de que la vida no se trata únicamente de placeres sino, también, de responsabilidades… para ellos llega el tiempo de la cosecha mayor. Hablamos, así, de la posibilidad de disfrutar de una relación de pareja que es el "verdadero hogar del corazón", un vínculo que trasciende con mucho las características propias de cada una de las personas que lo integra para venir a transformarse en una unidad-variable, capaz de adaptarse a la necesidades de un mundo siempre cambiante, lleno de aventuras y, por lo tanto, de problemas. Pero detengamos esta historia por un momento y pensemos: ¿qué pasa si en verdad es el amor lo que le pasa al tiempo, y no al revés? Porque -quizás- el amor a través del paso del tiempo pueda entenderse mejor como el tiempo a través del paso del amor.
Interroguémonos, entonces: ¿Qué es el tiempo, al fin y al cabo, sino una historia de amor personal? ¿Qué les pasa al hombre y a la mujer, cuando lo que les pasa es el tiempo? ¿Y qué les pasa, a ese hombre y a esa mujer, cuando lo que les pasa es el amor? Y aún más, lector: ¿Qué es el tiempo? ¿Qué es el amor? …cuenta la historia de ese hombre que un día se detuvo a mirarse las manos, y las encontró arrugadas, y se preguntó si había sido el tiempo lo que le trajo el amor, o el amor lo que le trajo el tiempo, y recordó ese relato, incluso biológico, médico, que dice que toda persona que vive ha venido al mundo por medio del encuentro sexual entre un hombre y una mujer, y se acordó de su propia mujer, de su esposa, y le dijo al viento: -El tiempo que traje es un traje de tiempo. Si me he puesto el traje, no ha sido por el traje, sino por la fiesta, en la que espera… mi amor.